En 1990 realizó junto con su gran amigo, Juan Manuel Castro Prieto un viaje a Perú, con el objetivo de positivar la obra del gran fotógrafo peruano, Martín Chambi, por encargo del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y con el propósito de realizar una posterior exposición y libro. Participan también en dicho proyecto, Publio López Mondejar, Alejandro Castellote, Luis de Toledo y la editorial Lunwerg. Un viaje que a ambos les cambio las vidas. A ese primer viaje le sigue otro mas, con el fin de no solo positivar, sino también investigar y seleccionar imágenes nuevas e inéditas del archivo completo de este fotógrafo.
Son tantas las experiencias vividas en este proyecto, que facilmente se podría narrar una novela. La aventura que suponía marchar desde Madrid hasta Cuzco en Perú, portando un laboratorio fotográfico completo, debido a la circunstancia que en aquellos años, este hermoso país estaba sumido. Con la presencia de un terrorismo atroz, agravado por una fuerte crisis económica que el país atravesaba en aquellos momentos, obligó a estos dos hombres a tener que desplazarse a Cuzco provistos de absolutamente todos los enseres necesarios para la realización del copiaje en alta calidad de la obra del maestro. Desde una ampliadora de 20×25 “, cubetas, pinzas, luces, y como no, todos los fungibles necesarios, reveladores, fijador, papeles de diferentes formatos, productos químicos etc. en total, más de 200 kg. de peso. Pero esto no fue motivo para frenar la ilusión de los Juanmanueles -nombre este, con el que cariñosamente les conocían la familia Chambi- por encontrase de cara con este sueño, por muchas dificultades que él mismo pudiera presentar. Era el primer encuentro con América Latina, y hacerlo entrando por la puerta mágica de la Avenida del Sol en el Cuzco, era un precio impagable. Pero aún lo sería mas el poder acceder a la familia Chambi, de la mano de su nieto, Teo Allain Chambi. El primer encuentro nada más llegar fue con Julita Chambi, en el estudio de esta, y en donde disponíamos del espacio para instalar el laboratorio, justo al lado de la habitación en donde se custodiaba uno de los archivos históricos más importantes de la fotografía internacional. Muchos sudores y algunos mareos, no sabemos si debidos al temido mal de altura -soroche- o bien a la responsabilidad que aquel reto les suponía. Pero conociendo la personalidad de ambos, más pienso que fuera lo primero. Posteriormente, mucho trabajo y muchas horas encerrados en un laboratorio, en donde conocieron a través de la voz cansada y dulce de Julita, mil y una anécdotas e historias de su papa. Historias que jamás ninguno de ellos borrarán. El resultado final fue ampliamente valorado, y la exposición, como no podía ser de otra manera, un éxito que estuvo itinerando durante muchos años por España y media Europa. De la magia del maestro, su facilidad para componer, y su complicidad con el mundo tan cercano que le toco fotografiar, nadie escapó. En definitiva, un privilegio que la historia les deparó, y una experiencia que a ambos les marcó de por vida, y que el tiempo posteriormente se ocupó de llenar aún mucho mas de contenido y emoción, tanto en el terreno personal y afectivo, como en el profesional. Posteriormente, a este viaje le sucedieron otros muchos mas, pero ya para realizar su trabajo personal en torno a este hermoso y mágico país.